Alguna vez dije: "era periodista", cuando me preguntaron qué hacía. Y alrededor creció un murmullo corrector, ja, justo a mí... "SOS periodista", me remarcó una repentina sabedora de mi verdad evidente, "lo que pasa es que ahora no estás trabajando, pero siempre vas a ser periodista...".
Un dilema shakespereano que no daba para resolver a las diez de la mañana en una clase de... "técnicas de cuidados paliativos" (asistencia a enfermos que ya no pueden con su vida) en la que fui a recalar, precisamente porque YA NO ERA periodista...
Esa fue una de mis rebeliones contra el oficio de andar metiéndose en todo lo que pasa para contárselo a gente a la que no le interesa ni puede hacer nada para que deje de pasar, porque por otra parte, ya es demasiado tarde.
De todas maneras, y a cuento de mis contradicciones, el curso me hizo pensar en la cantidad de buena gente dispuesta a trabajar ayudando a otra gente, con la que yo tenía tan poco que ver. Y no porque no me considere buena gente (y ese es tema para mucho más) sino porque lo que me alejaba del periodismo es lo mismo que me aleja de alguna buena gente, solo que del otro lado. Es decir, el exceso de análisis o la falta de análisis.
¿Para qué sirve saber lo que pasa? Para no andar colgado de la rama cuando afuera el otoño viene deshojando... Para tener de qué hablar cuando tomamos mate y no tenemos de qué hablar. Para dormir con pesadillas, para chivoexpiar puteadas, enojos y dolores que tan poco tienen de mass-media... Y también para decidirse a escribir finalmente un BLOG!
Claro que sí. Porque al fin y al cabo YO, (yo, yo, yo!) también tengo algo para decir de la santa sanata diaria, y si ante mi pc el mundo me salpica, con mi blog puedo chorrear mis inteligentes puntos de vista, mi sagaz comprensión de la entrelínea, mi propio plus binario última cosecha o tempranillo, como mejor le guste.
Por favor, ¿qué terapia puede resolver esta inútil ansia de fama plug and play?
Si en realidad, la verdadera motivación de los desvelos y nocturnidades que acometen a los blogueros es que al final del post no se encuentre el odioso "0 comment", que nos deja de repente solos frente al monitor donde nuestra sombra está, mi amor, desamparada...
Un dilema shakespereano que no daba para resolver a las diez de la mañana en una clase de... "técnicas de cuidados paliativos" (asistencia a enfermos que ya no pueden con su vida) en la que fui a recalar, precisamente porque YA NO ERA periodista...
Esa fue una de mis rebeliones contra el oficio de andar metiéndose en todo lo que pasa para contárselo a gente a la que no le interesa ni puede hacer nada para que deje de pasar, porque por otra parte, ya es demasiado tarde.
De todas maneras, y a cuento de mis contradicciones, el curso me hizo pensar en la cantidad de buena gente dispuesta a trabajar ayudando a otra gente, con la que yo tenía tan poco que ver. Y no porque no me considere buena gente (y ese es tema para mucho más) sino porque lo que me alejaba del periodismo es lo mismo que me aleja de alguna buena gente, solo que del otro lado. Es decir, el exceso de análisis o la falta de análisis.
¿Para qué sirve saber lo que pasa? Para no andar colgado de la rama cuando afuera el otoño viene deshojando... Para tener de qué hablar cuando tomamos mate y no tenemos de qué hablar. Para dormir con pesadillas, para chivoexpiar puteadas, enojos y dolores que tan poco tienen de mass-media... Y también para decidirse a escribir finalmente un BLOG!
Claro que sí. Porque al fin y al cabo YO, (yo, yo, yo!) también tengo algo para decir de la santa sanata diaria, y si ante mi pc el mundo me salpica, con mi blog puedo chorrear mis inteligentes puntos de vista, mi sagaz comprensión de la entrelínea, mi propio plus binario última cosecha o tempranillo, como mejor le guste.
Por favor, ¿qué terapia puede resolver esta inútil ansia de fama plug and play?
Si en realidad, la verdadera motivación de los desvelos y nocturnidades que acometen a los blogueros es que al final del post no se encuentre el odioso "0 comment", que nos deja de repente solos frente al monitor donde nuestra sombra está, mi amor, desamparada...
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