La luz anclaba sus jirones
en los bordes
rebelados de tu boca
te excedía un océano
de parálisis
y nos ahogamos
yo en la curva
maniatada de tu lágrima
esa rabiosa desconocida
que me alejaba
al rincón de todos los oscuros
y los nadies
vos en mi cobarde observación
de angustias que se clavan
en las tierras
de mi errante sed de almas
No florecimos
Y desde entonces
arrastro mis ojos arados
tras la semilla de tu llanto
que dejé llevar al indolente
opaco, inoportuno,
indiferente
terreno de los rostros olvidados
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